martes

"sin embargo, antes de llegar al verso final, ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres, en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de decifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque los estirpes condenados a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra."

gabriel garcía márquez, cien años de soledad.

miércoles

urbanidades

y es ahí cuando uno atraviesa la puerta,
un montón de vaho gris lo envuelve,
un pestilente olor penetrante,
pica la nariz.
y los ruidos, como de cacharros de cocina,
aturden, entre los adoquines cuadrados del camino…

Conviviendo con esta orquesta de ruidos y olores, uno comienza a danzar entre las baldosas rotas, con sus selvas de yuyos, y pozos ciegos entre ellas.
(Sin contar los preciados regalos animales)
En la esquina, algún semáforo lo detiene y encuentra el origen de aquel aroma (y de aquella melodía):
Un camión (o colectivo, puede variar el emisor), le escupe un humo de tos, y sus partes metálicas se chocan dejándolo aturdido.
Cuando despierta de ese electroshock de sentidos, el semáforo le indica que puede avanzar sobre la adoquinería, por supuesto, esquivando algún que otro mono al volante que, claro, por ser mono no tiene por qué comprender aquella señal.

Esta clase de sucesos, se repetirán cíclicamente, quizás alternándose, o no, durante todo el trayecto que deba realizar.
Y… ¡tenga cuidado con las baldosas flojas!