domingo

(sin título)

Y mi corazón renvalsa de alguna sustancia dulce, nostálgica, melancólica, roja, acaramelada, gasificada.
Y mi cuerpo estalla. Pedazos que piden a gritos algo, alguien que me envuelva, que se entrelace, que se enrede.
Y me hago un bollito, vuelo como una hoja verde en medio del otoño, radiante, estridente, chillona.
Grito feliz, eufórica. Grito algo indescifrable, insignificante, inexistente.
Corro. Corro por las paredes, por el techo, gritando todavía ese algo que sólo yo entiendo.
Y me revuelco como un cerdo feliz en su barro.
Me estiro electrocutada por esta euforia incontrolable.
Y me calmo, me acomodo, me duermo.

jueves

pequeña observación rutinaria

Bajo las escaleras y llego a la “cabina” que vende los denominados ridículamente subtepass. Hago el ritual de siempre que consiste en decir “Me das dos?” y recibir el vuelto. Bajo las otras escaleras y me encuentro con la estación. No se por qué, las estaciones me dan la sensación de impersonalidad, son tan ajenas. Gente con cara de cansancio rutinario, que se sienta a leer o mira atontada esa televisión que cuelga, donde un tipo habla dinámicamente del marketing. Chicos, chicos que vuelven o van al colegio, juegan entretenidos con la escalera mecánica como si fuera ese algo con que las madres prohíben jugar.
Las vías, infinitas, metálicas, cuando las miro desde arriba me hacen sentir diminuta, solo una hormiga más.
La luz amarillenta ayuda a dar ese ambiente de vaho oscuro, de encierro claustrofóbico.
Y se escucha el anhelado ruido metálico del subte que se acerca como una mole indestructible. La gente como robots programados, se levanta y se va acercando al andén, los chicos cesan de jugar y corren hacia las vías.
Cuando finalmente estaciona y abre sus puertas, empieza la carrera. Todos entran a los empujones y como impulsados por un imán, encajan sus traseros en algún asiento.
Yo, tímida o quizás colgada mirando a las viejas correr, tardo en darme cuenta en la maratón en la que termino participando por algún tipo de coacción y me acomodo en un rincón, lista para seguir observando como un ave rapaz.