domingo

juego homónimo.

Nada.

La nada nada.

No hay nada que nada.

Nada.

Nada superficial.

Nada oceánica,

Nada por arriba, por abajo.

Nada marítima.

Nada en el camino.

Como.

Cómo nada o como nada.

Nada acuática.

El pez cómo nada

Como lo que como.

Nada como un pez.

Como un pez.

más domingo, imposible.

Siesta otoñal.
Submarino dulce y achocolatado.
Almohadones profundos, plumas acolchonadas.
Nubes anatómicamente grises.
Hojas deshidratadas, voladoras.
Ventanas cerradas, dibujadas por la llovizna.

Siesta, submarino, almohadones, nubes, hojas, ventanas.

Una siesta en un submarino, viajando por las nubes.
Miro por la ventana, veo almohadones nadando.
Las hojas bailan: es domingo.

lunes

bigbang domiciliario

Busca las llaves en el cansado bolsillo de su tapado azul, húmedo por la fina lluvia que baña la ciudad. Con un mecánico empujón (años de entradas y salidas) abre la puerta e ingresa al oscuro vestíbulo. Sus zapatos mojados marcan los pasos en la antigua madera y se asusta al escuchar el golpe de la puerta al cerrarse, impulsada por la triste brisa otoñal. Cuelga el tapado, se suelta el pelo insoportablemente erizado y pone a calentar el agua. Se sienta y se agarra la cabeza con las manos, la rutina la abruma. Puede sentir ese paño gris que recubre su vida, destiñendo de todo sentido las cosas. Llora. El agua hierve y en medio de lágrimas aturdidas, escucha ese silbido histérico. Se para claustrofóbica, percibe la casa latir, todo retumba y tiembla. Las paredes y el techo se descascaran, haciendo caer en su cara, en su pelo, pedazos de melancolía, de monotonía.
Quiere salir al patio, a respirar, pero las puertas se cierran y se abren furiosas, dificultando sus movimientos. Llega al vestíbulo, intenta volver sobre sus huellas, pero estas ya se secaron, no existen. Gira sobre si misma, las ventanas ruidosas se mueven con vaivenes, las astillosas agujas del reloj giran compulsivamente. Todo esta por desintegrarse, un gran bigbang domiciliario se aproxima. Siente como se derrumban los pisos superiores, como las puertas se rompen por los golpes. Las agujas filosas vuelan y se clavan en la pared. Ella, acostada en el centro del cuarto, está inmutada por el miedo.
De repente todo se calma y como en reversa, las cosas vuelven a su lugar: las agujas regresan al reloj, los pisos se reintegran, las puertas vuelven a su lugar y, las paredes y el techo se recomponen. Ella, como todos los días, vuelve a la puerta de su casa y busca las llaves en el cansado bolsillo de su tapado azul, húmedo por la fina lluvia que baña la ciudad...

domingo

5 a.m.

El marco marrón
La ventana, por donde se mira.
La vereda de enfrente, el estacionamiento.
Un hombre parado junto a su perro, el que observa, el observador, el observando.
Una chica del otro lado de la ventana, camina de un lado a otro, la que camina, la caminadora, la caminante
Baila una música desconocida, la que baila, la bailadora, la bailante.
Habla sola, la que habla, la habladora, la hablante o el hablante.
Mira al hombre la intimida, el intimidador, el que intimida, el intimidante.
Ella se avergüenza, la avergonzada, la que se avergüenza, (vacío).
Se corre del campo visual, la corredora, la que se corre, la corriente.
La corriente del agua viaja, la viajadora, la que viaja, la viajante.